Por Juan Carlos Ruiz Calderón
Con motivo del Día de las Madres, me veo en la obligación moral de escribir sobre él. Al igual que otros días festivos, el de la Madre ha venido devaluándose de manera alarmante. La comercialización y el consumo han hecho de él un día cuyo verdadero significado va quedando en el olvido.
Desde hace más de un mes he venido escuchando en diferentes medios de comunicación, especialmente los radiales, una cantidad enorme de comerciales en los que prometen la felicidad inmediata para todas aquellas madres que reciban tal o cual regalo, ya no de su hijo, sino de cualquier persona.
Y es que ya no se trata de que cada quien pase el día con su madre y realice esfuerzos para regalarle algo o llevarla a comer. Se trata de que todo el mundo regale. No importa si no es su mamá, de todos modos hay que darle regalo.
Recuerdo que hace algún tiempo, cuando el mundo electrónico y virtual aún no nos había invadido, librerías y papelerías vendían tarjetas de felicitaciones para el Día de la Madre, con leyendas donde cualquier persona le deseaba un lindo día a cualquier madre. Decían: “A mi cuñada en el Día de las Madres”, “A mi amiga en el Día de las Madres”, o bien “A mi prima en el Día de las Madres”.
Así como otros días comercializados por ese consumismo que nos trae de HGH cabeza, como el Día de los Enamorados, ampliado al Día de la Amistad, con tal de vender más, el Día de la Madre se convierte en el agosto de los comerciantes. El objetivo es vender más, y nunca honrar a la madre.
Los comercios llenan sus vitrinas con productos “dedicados a mamá”. “Obséquiele a mamá una lavadora “; “El horno de microondas que facilitará la vida de mamá”; “Hágala feliz con una refrigeradora”. Todos prometen felicidad garantizada, como si se tratara sólo de dar obsequios y ya.
Creo que el Día de la Madre, como otros que se celebran a lo largo del año, es un aviso, un recordatorio de que debemos dedicar tiempo al ser que nos trajo al mundo. Dedicarle tiempo no solamente el 10 de mayo, sino que siempre. Tiempo, no regalos. Los obsequios pueden darse cualquier día, o cuando tengamos el dinero suficiente, pero el tiempo dedicado nose puede pagar ni con oro.
Por eso hoy quiero felicitar a las madres que no se dejan llevar por el consumismo. A las madres que, sin importarles nada, son capaces de dar hasta la vida por sus hijos. Madres como la mía, como mi esposa y como mi suegra, que cada día me enseñan el verdadero valor de parir y criar hijos. Para todas ellas va mi saludo este día y mis deseos de que cada gota de amor dada a un hijo sea devuelta a raudales.
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